martes, 24 de diciembre de 2013

Juan Vázquez de Mella sobre Nochebuena




¡Hoy sabréis que vendrá el Señor y nos salvará; y mañana veréis su gloria!; así cantará la liturgia en el Introito de la misa de la vigilia de Navidad, dentro de algunas horas. Desde esta casa serrana, les deseamos a todos nuestros lectores una santa Fiesta; les presentamos, asimismo, una perdida reflexión del maestro don Juan Vázquez de Mella (1861-1926), que resume admirablemente el misterio de estas fiestas de la gran alegría cristiana, denunciado de forma profética sus ulteriores falsificaciones y a la vez señalando los fundamentos del pensamiento contrarrevolucionario, en síntesis sin parangón:

LA NOCHEBUENA

¡Cuántos recuerdos y alegrías encierra para el cristiano aquella noche memorable, que fue día espléndido para la humanidad, porque sobre las pajas de un pesebre brilló el astro de la verdad y los divinos heraldos anunciaron la paz a los hombres de buena voluntad!

El Libertador del mundo levanta su trono en un pesebre para darnos ejemplo de humildad, y nace pobre y sin abrigo como si quisiese demostrar a los hombres y a las sociedades redimidas y regeneradas por Él que la civilización que brota de su doctrina como magnífico raudal ha de tener caracteres indelebles, no la independencia racionalista, sino la sumisión y obediencia, y ha de colocar la virtud sobre la riqueza, y los progresos morales sobre los materiales, uniendo con el abrazo de la caridad a los débiles con los poderosos.

Los Reyes Magos, guiados por celeste luz, van a postrarse ante la cuna de Dios-hombre como ejemplo del deber que tienen las potestades de rendirse ante la suya, y como muestra de la obligación que pesa sobre los reyes de hincar la rodilla y ofrecer la corona al que da y quita los reinos y juzga las justicias de los hombres.

En el portal de Belén comienza aquella frontera que termina en el Calvario y que separa perpetuamente dos mundos:

El que se engrandece y prospera a la sombra protectora de la Cruz, porque es libre al amparo de su ley; y el que esclaviza al hombre con la cadena del naturalismo y ahoga la sublime tendencia de su naturaleza a la posesión del bien infinito, encerrándola en el estrecho círculo de la vida presente, y mostrándole como único porvenir este valle de lágrimas, convertido en tenebrosa mazmorra cuando no le iluminan los eternos resplandores.

Sobre Belén y el Calvario se levanta el arco triunfal de la civilización cristiana rematada por la Cruz.

El apetito rebelde, que no sufre la ley del deber, y las debilidades y errores de la razón que tratan de cohonestar sus desórdenes, han hecho que muchos hombres, repitiendo el perpetuo non serviam de Luzbel, hayan dicho como la muchedumbre deicida: No queremos que Cristo reine sobre nosotros.

Y creen progresar cuando, vueltas las espaldas a la Cruz, retroceden hacia el paganismo que ella derribó.

Este retroceso, disfrazado con el nombre de progreso, es la mayor aberración que se ha visto en el mundo.

La Nochebuena, para las víctimas del error moderno, es un recuerdo ridículo, o lo más, la conmemoración del nacimiento de Sócrates judío.

Para el católico es el más grande y sublime de los recuerdos, porque señala la fecha en que, cumpliéndose las profecías, apareció el Hijo de Dios en la tierra para rescatar al humano linaje de la servidumbre del pecado y otorgarle la inmortal libertad del deber, que es la cifra y compendio de todas las justas libertades.

Y por eso, en la familia cristiana, es la Nochebuena la fiesta de la religiosa intimidad, en que se avivan los afectos con la cordial y amorosa alegría, pero también con solemne tristeza, porque en esa noche memorable evoca la memoria el recuerdo de las personas queridas, y siente el corazón mortal angustia al ver que ya no se congregan bajo un mismo techo aquellos que formaban, en cierto modo, parte de nuestro ser y de nuestra vida.

¡Las dulces horas de la infancia, los regocijados dúos de la primera juventud, cómo asaltan la memoria en esta noche, pintándonos lejanas perspectivas de ventura que ya no volverán!

Alegrías y tristezas, melancolías y placeres, forman la trama de la vida del corazón, y parece que el día de Nochebuena nuestra inteligencia se esfuerza en resumir tantos recuerdos y afectos, como si, antes de mirar el porvenir, quisiese recorrer de nuevo la senda emprendida. Que el corazón encierra tantos misterios que se complace en renovar sus propias heridas y recordar los días felices para atormentarse con la amargura de haberlos perdido.

Así lo comprende ese gran poeta que se llama pueblo, y por eso ha sabido expresar las tristezas de la Nochebuena en aquel sencillo e inspirador cantar:

La Nochebuena se viene,
La Nochebuena se va,
Y nosotros nos iremos
Y no volveremos más

(Este artículo vio la luz en El Correo Español, en distintos números de fines del siglo XIX. En Obras Completas del Excmo. Sr. D. Juan Vázquez de Mella y Fanjul, Volumen II. Ideario I, Junta de Homenaje a Mella, 1931)

sábado, 21 de diciembre de 2013

De Témporas y Antífonas



I

En los tiempos de Francisco, el humo de Satanás parece haberse convertido en los efectos especiales permanentes de un reality show interminable. Que, en primera aprehensión se asemeja a una especie de rutina de humor pobre,  como un stand up comedy improvisada por un dentista o un bingo parroquial de jubilados. Pero de jubilados setenteros. Hippies y jerarcas de alguna filial provinciana de un PC prosoviético y burocratizado, del tiempo de la "coexistencia pacífica".  Pero mediante un juicio y un posterior razonamiento, se  nos revela el propter quid de todo el asunto: la Revolución se ha desplegado de manera más absoluta y general en la Iglesia.  

No sería más que eso de no ser por las mass media y las redes sociales, mezcla de fuerzas inconscientes, casi "de la naturaleza", con un corral sin rejas interminable (cuyo centro se encuentra en todas partes y su circunferencia en ninguna) de Estulticia Grotesca y Subhumana.

Los mass media y las redes sociales, tergiversadores torpes y generadores de misteriosas olas (memes, que les dicen), que traspasan los continentes y difunden entre los círculos opinadores interminables cataratas de odio o de cariño, eran calificados, en los tiempos de Benedicto XVI y su cotidiano asesinato mediático, como tergiversadores torpes y etcétera por los múltiples Lombardis de cada parroquia y quiosco eclesial.

Llegó Francisco y los mass media y redes sociales siguieron tan tergiversadores y tan aparentemente misteriosos. Y lo canonizaron. Demás está decir que los Lombardis de cada turno no se callaron, sino saludaron encomiosamente el "nuevo-estilo-del-Pontífice". ¿"Eclesialidad"? No, cratolatría de la peor especie.

El novelista alemán Martin Mosebach escribió hará algunos años un ensayo famoso titulado La Herejía de lo Amorfo (Formlosigkeit).  Ahí señalaba cómo la fealdad, expresada por la tiranía de lo amorfo y lo informal, había destruido a la liturgia romana e in extenso, a la civilización occidental, a través de vaguísimos subterfugios a veces seudohumanistas, a veces totalmente nada. Simplemente nada. Ahora, con Francisco, lo Amorfo reina, ya no como un cáncer que devora a la Iglesia ante la impasibilidad de los Pontífices (como ocurre desde el Concilio), sino como un Mandamiento. Aquel que no sea Amorfo es inmediatamente condenado a la única gehenna que todavía queda: la de los "triunfalistas mundanos que buscan seguridades doctrinales y que no encontrarán nada y que pecan contra el Espíritu Santo" (cfr: Entrevista a La Civiltá Cattolica y exhortación apostólica Evangelii Gaudium)

Pero, más allá de las infestaciones, démonos un respiro para ver cómo era (y es) la Iglesia en situaciones normales.


II


Hoy es Sábado de Témporas de Adviento, el tiempo más penitencial (pues las témporas son tiempos de ayuno celebrados por la Iglesia en los cuatro cambios estacionales del año) del tiempo penitencial que es el Adviento. También, hoy 21 de noviembre, es Solsticio -de Verano en nuestro hemisferio- y la Iglesia canta la quinta de las Antífonas Mayores, O Oriens

"Oh, Sol Naciente, esplendor de luz eterna y sol de justicia, ven e ilumina a aquellos que viven en la oscuridad y en la sombra de la muerte"

Sabios y santos, los ritos tradicionales de la Iglesia romana.

"Con el séptimo día antes de Navidad comienza en las vísperas al Magníficat el canto festivo de las siete Antiphonae Maiores, llamadas antífonas O, de la vocal con la que comienzan: O Sapentia... O Adonaí... O Radix lesse... tan profundas en su genial simbolismo. 
"Fueron probablemente compuestas en Roma, de donde pasaron en el siglo VII a Inglaterra y después a Francia; Amalario nos ha dejado un comentario. Callewaert tiende a señalar como su autor a San Gregorio Magno. Sus iniciales, leídas en sentido inverso, forman el acróstico ero cras (estaré mañana). Del tiempo de las antífonas O, que en los libros litúrgicos romanos son siempre siete, otras iglesias compusieron antífonas análogas, cantando nueve o también doce, como atestigua Durando.El oficio de la vigilia de Navidad está todo iluminado con la luz de la fiesta inminente. La buena nueva Hodie scietis quia veniet Dominus et mane videbitis gloriam eius resuena en el invitatorio de maitines, se repite con gozosa impaciencia en los responsorios del nocturno y de las horas, en el introito y en el gradual de la misa. El anuncio oficial, que se da en el coro a la hora de prima con la lectura del martirologio, es hecho por el sacerdote con pluvial y previa solemne incensación. El texto mismo del martirologio en esta circunstancia es de indecible solemnidad: En la misa, cuyo oficio tiene la preferencia absoluta sobre todas las fiestas, los ministros toman la dalmática y la tunicela y se lee el evangelio Cum esset desponsata mater lesu Maria loseph, para que se sepa, nota Durando, que alii fuit desponsata scilicet loseph, et ab alio juit foecundata, scilicet a Spiritu Sancto. Está lleno de significado el canto del ofertorio Tollite portas, principes, vestras... del salmo 23, va anunciado en la misa del miércoles de las témporas. El salmo fue compuesto en un principio, para acompañar procesionalmente el retorno triunfal del arca de la alianza al santuario del monte Sión. Los grandes portales de las murallas de Jerusalén, que se abrían para recibirla, dieron ocasión al lírico diálogo litúrgico que se cambia entre el coro del cortejo y el coro que espera al otro lado de las puertas. Sión, en la aplicación de la liturgia, representa en esta misa el mundo, que Jesucristo ha santificado con su misericordiosa llegada, haciendo en esta noche la entrada; el arca de la alianza simboliza María Santísima, su Madre."
(RIGHETTI, Mons. Mario: Historia de la Liturgia.

Ésta es, queridos lectores, nuestra Iglesia. No otra. Luchemos por ella. Pase lo que pase y pese a quien le pese. No sé ustedes, pero en esta Sacristía no queremos el triste y grotesco destino de morir protestantes , aun sin saberlo. 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Rifan contra Rifan

Monseñor Áreas Rifan, concelebrando "un culto tan ambiguo" con el Papa Francisco


¿Será que podemos conservar la fe y agradar a Dios ofreciéndole un culto tan ambiguo que agrada también a sus enemigos y hacer de este culto el centro de nuestra vida, como debe ser la Santa Misa? (R.P. Fernando Áreas Rifan, "in illo tempore")