miércoles, 24 de abril de 2013

FEMEN: Una sorpresa no tan sorprendente






El viejo arte de atacar a Monseñor Leonard

Como ya deben estar enterados nuestros lectores,  se ha producido un nuevo ataque contra Monseñor André Leonard, arzobispo de Bruselas. Se trata nuevamente del grupo FEMEN, que intentara desacrar y atacar la basílica de Notre Dame a días de la renuncia del Papa Benedicto XVI.  En esta oportunidad, el grupo exhibió su conducta usual: insultos, groserías sin nombre y ataques físicos (para los que tengan estómago, acá están más imágenes del ataque, publicadas por ACI)

Nuevamente tenemos que decir, como en nuestro artículo anterior, que una imagen vale más que mil palabras. Podemos ver la serenidad orante de Monseñor Leonard ante el ultraje. Sé que el buen arzobispo no nos leerá; pero por aquella verdadera red espiritual que es la comunión de los santos, me uno a él en oración y lo felicito por su testimonio de fidelidad a Cristo, come rack, come rope como diría San Edmundo Campion. Esté seguro, querido Monseñor, que Nuestro Señor Jesucristo,  su mejor ayuda, su protección total y su rica heredad según la bella oración agustiniana, se acordará de usted como usted se ha acordado de Él. Sepa también que las gracias que vendrán por estas humillaciones serán providenciales para el porvenir de la Iglesia de su país, destruida por el progresismo criminal. Sepa, finalmente, que su sacrificio edifica en este momento a muchos, empezando por un oscuro blogger peruano.

Porque no es la primera vez que Monseñor Leonard es atacado.  En este video, compilado y subido a youtube por un ateo oligofrénico (caveat!), podemos ver una "antología" de estos ataques:




El infinito número de estultos que pueblan la internet han pretendido justificar la agresión contra Monseñor Leonard con la vieja excusa de la "protección a los pedófilos", cuando es precisamente todo lo contrario: apenas llega a la arquidiócesis (recién en el 2010 -y sabemos que el grueso de los casos se remontan a décadas anteriores-), Monseñor establece una comisión independiente para investigar estos sucesos y en ningún momento procuró, buscó o siquiera insinuó obstrucción alguna de la justicia civil con respecto a casos de esta índole. Ni aún sus detractores lo dicen. Quizá lo único "polémico" fue expresar una opinión particular sobre que no tenía mayor sentido que los sacerdotes ancianos acusados de inconductas sexuales retirados y sin ninguna responsabilidad pastoral o eclesiástica sufran un juicio canónico convencional; ojo: ¡un juicio canónico con penas canónicas como la suspensión o la excomunión! Para nada habló de obstruir la justicia civil ni nada de eso; pero parece ser que los acéfalos digitales son muy puntillosos con el derecho canónico; parece que ignoran que la justicia civil es mucho más benigna que la canónica en lo que respecta a estos delitos, al establecer un plazo de prescripción y en muchos casos excusar de juicios a ancianos en estado de decrepitud o de discapacidad. 

En todo caso, de haber alguien merecedor de pastelazos sería su archiprogresista antecesor Daneels, que presidió la arquidiócesis y fue primado de Bélgica durante los peores escándalos y desastres a este respecto. Incluso tiene hasta audios algo comprometedores. ¿Pero por qué ni lo tocan? Porque evidentemente Daneels, a diferencia de Leonard, no cometió la herejía mayor de estos tiempos: dar una opinión crítica y respetuosa del nuevo ídolo intocable: la homosexualidad. 


Femen: una sorpresa no tan sorprendente

Pero, ¿quiénes son estas señoritas de FEMEN?

Algunos creen que son feministas radicales de Europa oriental que, de forma arriesgada y militante, se exhiben topless o en prendas diminutas y hacen demás actos degradantes para protestar contra la degradación de la mujer. ¿Puede haber algo más imbécil? ¿En verdad? ¿Protestar contra la degradación de la mujer a través de mujeres que se degradan? 

Es algo demasiado extraño. 

Lo que sí es indudable es el permanente sesgo anticristiano de sus manifestaciones. Desde destruir la cruz de madera de la Plaza de la Libertad de Kiev construida como monumento a los asesinados por el comunismo, hasta atacar personalmente e invocar al asesinato del Patriarca de Moscú.

Es algo muchísimo más extraño.

Otra cosa que llama la atención es que conociendo la común apariencia de las feministas radicales (que incluso en su lógica "despatriarcalizante" usualmente privilegian una apariencia física más, por decirlo en buenos términos, "normal" o aun "demasiado normal"),  posean casi todas estas militantes apariencias de aquella carne de cañón que los massmedia denominan "modelos". 

Extraño. Muy extraño.

Algún ruso chusco dijo por ahí  que las señoritas de FEMEN eran unas prostitutas. ¡No seamos tan talibanes! ¡No ofendamos tan rápido! 

Pero esperen un segundito: resulta que por información de un periodista que se infiltró en la organización, cada "activista" recibe 2500 euros al mes. Y en un lugar donde los sueldos promedio son de 500 euros -y siendo las otras alternativas algo peores- algunas mujeres morderán el anzuelo. En París, donde se han establecido también, la cosa es más chic: por cada performance, una señorita puede recibir 1000 euros. Así, probablemente las "comprometidas luchadoras sociales" que atacaron al Cardenal, para esta hora estarán aprovisionándose de souvenirs flamencos y demás baratijas. (Ver más

Los que las financian, saben que en un Occidente podrido por la pornografía y repleto de sexoadictos idiotizados sus protestas atraerían bastante atención (porque en su país de origen, victimado hasta la saciedad por los revolucionarios, nadie les hace caso). Estamos ante una especie de trata de blancas ideologizada y radical, que hace uso de carne barata europea oriental, como tantas otras mafias. 

¿Quién será el rufián en esta historia?

Muchos especulan que un millonario de origen norteamericano,  Jed Sunden. ¿Y a qué no sabe qué?


Qué sorpresa tan sorprendente.


domingo, 21 de abril de 2013

Más que mil palabras


Sacerdote de la FSSPX arrastrado y apaleado por la policía francesa el último viernes


De un tiempo a esta parte -y especialmente desde los últimos meses del pontificado de Benedicto XVI, en medio de cierto espíritu podríamos decir profético de desgobierno- ya muchos jerarcas manifestaban con toda libertad  lo que estaba en el fondo de sus corazones.

Así, en enero, el episcopado francés -que a regañadientes y a última hora decidió subirse en el último vagón a la ola imparable de manifestaciones en contra del gaymonio, en gesto que haría las delicías de Pilatos-  en un documento escandaloso, antimetafísico, antitradicional, ideológico y altamente sospechoso, exigía "respeto" y reconocía el valor de las relaciones afectivas homosexuales, el hecho de que "la evolución de la legislación familiar siempre es posible" y demás perlas

Monseñor Woelki, el segundo cardenal más joven de la Santa Romana Iglesia y ordinario de Berlín, equiparó las relaciones homosexuales "estables" con las relaciones heterosexuales. Luego, en la consabida "aclaración", el vocero de la Arquidiócesis sostuvo que Monseñor no quería equiparar las relaciones homosexuales con el matrimonio religioso; sino con relaciones heterosexuales no-matrimoniales (¡¡!!). Parece  que en algún momento Monseñor Woelki sostenía la existencia de un orden natural, cosa que lo hizo acreedor al remoquete de "reaccionario" por algunos medios de comunicación alemanes. Pero ahora, reculó.  Quizá Monseñor sigue a Marx, pero no a Carlos, sino a Groucho, en aquello de "estos son mis principios ; y si no le gustan, tengo otros". (Y mejor ni hablemos del otro Marx...) 

Ahora le tocó el turno al discípulo predilecto de Bugnini, Monseñor Piero Marini, el exceremoniero de Juan Pablo II, reemplazado por el siriano Mons. Guido ídem por Benedicto XVI, en un gesto que algunos vieron como una señal muy positiva en los ya lejanos tiempos del optimismo benedictino. Para algunos reformistas de la reforma y otros ingenuos, los bugninianos y demás entusiastas del novordismo  eran simplemente gente bien intencionada pero "extraviada" en elementos superficiales de la liturgia, que quizá revelasen una determinada concepción del mundo, "muy respetable" pero que no tenía tanta razón de ser en la liturgia, pero lo cierto es que lex orandi, lex credendi y también lex cogitandi.

Por ahí alguien notó los matices homosexualizantes del Novus Ordo; pero la expugnación de la razón por los revolucionarios litúrgicos se hace más clara con las recientes declaraciones de Marini: ataques arteros contra el Pontificado anterior y apoyo al reconocimiento por parte del estado de las uniones civiles para personas del mismo sexo. Todo, en una misma entrevista. (Recomendamos los comentarios de Página Católica al respecto: Mons. Marini no tiene vergüenza)

Ecce, Novo Ordo!

Y siguen decenas de jerarcas y curiales. Desde Schönborn hasta Paglia, pasando por Bergoglio. ¿Y si eso es lo que dicen -y ahora, en la Era Francisco cada vez con más fuerza-, qué será lo que hacen y lo que piensan?

Algún oficialista (rápidamente cambiado de atavíos ratzingerianos restauradores a guayaberas franciscanas "humildes") nos podría preguntar qué es lo que tienen de malo las uniones civiles homosexuales, "porque siempre la Iglesia ha sido realista y no utópica, además son el mal menor y son cosa del Estado, no de la Iglesia". 

En primer lugar, pertenece casi a la simple aprehensión, descubrir que no puede haber ninguna legislación basada en actos contrarios a la naturaleza. Los actos contrarios a la naturaleza existen y seguirán existiendo con mayor o menor frecuencia, pero por su misma esencia irracional e insólita son contrarios al concepto mismo de ley, que por definición participa del ordenamiento natural de las cosas. Una ley contraria al orden natural y que pretenda basarse en una realidad antinatural como fuente de derecho no es ley. 

Además todas las últimas experiencias con respecto a esta materia enseñan que el mal llamado matrimonio homosexual (MLMH) es el corolario inevitable y necesario de las llamadas uniones civiles. Pasó en la misma Francia. Y pasará en todos lados. Si se expugna la antitetidad entre actos antinaturales y ley, todo puede esperarse.

Poseen algunos animales ciertas potencias cognoscitivas, como la memoria, que les permite discernir el peligro o la recompensa; de ahí que puedan ser amaestrados. Puede comprenderse que nuestros jerarcas progresistas hayan abdicado de la inteligencia, que es propiamente el distinguir entre lo accidental y lo sustancial, lo particular y lo universal, lo antinatural y lo natural, pero que hayan caído en la incapacidad de poder prever los efectos nefastos de una realidad evidente y conocida es algo que no se ve ni en las fieras superiores, quizá sólo en el reino vegetal o en el eucariota. O en el reino de la ideología del aggiornamento. 

Que elija el lector la opción que más le agrade.

En el video que pusimos al inicio del post se ve el arrastramiento y apaleamiento de un sacerdote de la FSSPX, que ni siquiera respondía a las provocaciones, por parte de la policía francesa, a raíz de las protestas civiles contra la aprobación del MLMH.

Mientras los fungi Schönborn, Woelki y Marini (y mejor paramos de contar) se ganan el aplauso de las masas, los despreciados "cismáticos" y "soberbios" lefebvrianos son arrastrados por las calles y azotados por los sayones del Sistema Anticristiano. Una imagen vale más que mil palabras.


Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No ha de ser el siervo mayor que su señor...(.Jn:15-20) 



lunes, 15 de abril de 2013

Últimas noticias: El Emperador está desnudo -y desde hace cincuenta años-.

El emperador estrenando  ropajes aggiornados,
 acompañado de algunos acólitos neocones.

Ya vamos llegando a Pénjamo


El viernes pasado, el Osservatore Romano publicó una extensa columna de S.E. Walter Cardenal Kasper titulada Un concilio ancora in cammino. Parece que de un tiempo a esta parte, Monseñor se siente bastante libre. Durante la sede vacante, se sintió con la libertad de aconsejarle al past-Papa (cosas veredes, Sancho:¡¡past-Papa!!) que meta sus narices solo en lo que le incumba. Por una gracia de Dios, formó parte del cónclave -por un pelo se queda en la puerta, porque cumplía 80 en marzo-. Según algunos, tuvo algo de gran elector, junto con Hummes.  Y precisamente, al igual que Hummes, fue uno de los primeros cardenales en ser recordados elogiosamente por el Santo Padre Francisco en sus primeras apariciones. Y en este caso en una ocasión trascendental, el primer ángelus de su pontificado: "El Cardenal Kasper, un gran teólogo, un buen teólogo...".

Además de ser, según el Santo Padre, un gran teólogo, muchas señales parecen indicar que Monseñor Kasper no cree en Dios. O por lo menos no en el Dios de la Iglesia. En su obra Jesús, el cristo, el agudo Cardenal considera que los milagros narrados en los Evangelios son "proyecciones retrospectivas" de la comunidad cristiana posterior, "incrementos secundarios respecto de la tradición original"; incluso, el respetuoso promotor de la Unidad de los Cristianos (fue nombrado como presidente de ese consejo curial por Juan Pablo II) llega corregir el evangelio sosteniendo que "[los] textos evangélicos en que se habla de un Resucitado a quien se toca con las manos y cena con sus discípulos, son afirmaciones más bien toscas...que hacen correr el riesgo de justificar una fe pascual demasiado "rosa"...Los milagros solo podrían ser comprobados de verdad si conociéramos realmente todas las leyes de la naturaleza y pudiéramos tener el conocimiento perfecto de cada caso particular. Jesús no es el Hijo de Dios. La divinidad de Cristo es una invención paulina o johánica (edición francesa, p.253, citado por BOURMAUD, Cien años de modernismo, p. 382; si alguien tiene dudas, lea acá). Pero no solo eso: Don Kasper se carga la maternidad divina, la indefectibilidad de la Iglesia, reinvindica a Nestorio, etc...

El Santo Padre al reconocerlo como gran y buen teólogo, ¿se reconoce como seguidor suyo? Algún iraburita dirá que "estamos buscándole tres pies al gato" y que en ningún momento el Papa dice que Kasper  sea su maestro ni que él sea su discípulo, sino que es "un gran y buen teólogo" y NADA MÁS,  y que al margen de esas citas, probablemente Kasper tiene "otros aspectos" en su pensamiento que son "buenos": sería entonces un buen y gran teólogo en todo lo que no tenga que ver con Dios. Considerando entonces que la teología se ocupa de Dios y que por tanto, un teólogo católico que no cree en el Dios católico no podría ser ni teólogo ni católico, ¿a qué viene un elogio tan sustancial de Kasper por parte del Santo Padre?

Si seguimos al neocón iraburita de turno, pues tendremos que pensar bien, es decir, pensar que el Papa no sigue el sistema teológico de Kasper ni comparte sus ideas heterodoxas (para nada "grandes ni buenas") y, por tanto, no considera en su conciencia que el Cardenal de marras sea en verdad un gran y buen teólogo, sino lo que quiso fue hacer un piropo mentiroso para hacer sentir bien al buen Kasper (que justo acababa de cumplir años nueve días atrás), es decir un simple gesto vacío, falso y manipulador para sobonear a ciertas personas de ciertos sectores de la Iglesia.

Menos mal.

Gracias a Dios por el Iraburismo-Pensamiento-Guía, que nos permite ver en su real magnitud las múltiples virtudes y gestos de nuestro actual Pontífice.

Pero vayamos al punto de nuestro post, el artículo de Kasper. El título es ya bastante sugerente: Un concilio ancora in cammino: un concilio nuevamente en camino, a raíz de la elección de Francisco. Eso quiere decir que en algún momento el concilio se paró. No sabemos cuándo. Quizá en 1965. O en 1962, incluso.  O antes. Parece que para algunos cardenales el Concilio Vaticano II es similar a la bestia del Apocalipsis: era y no es (Apoc: 17:8) y a veces nunca fue. Así, aun si los resultados fueron desastrosos y los frutos, inexistentes, a izquierdas y derechas salen voces a decir que el Concilio nunca fue en verdad implementado o que fue implementado pero en algún momento se le olvidó o que por último, el Concilio, por su naturaleza maravillosa y divina, no requiere de resultados, ni de frutos, ni de fines ni de medios.

Lo cierto es que el Cardenal Kasper se alegra porque el Concilio después de un largo camino con algunas aparentes paradas, ya se acerca a su meta. ¿Cuál es ésta? Pues una Iglesia relativista y demagógica, que sea "signo de unidad" entre los hombres, como culminación de la "historia de la salvación" (v.g.: en hegeliano, que sea la parte más "autoconciente" de la Humanidad, donde se refleja el Espíritu Absoluto, luego de su despliegue progresivo a lo largo de la historia, en la que Cristo resulta no siendo más que la Idea de la Dignidad Humana).

Para el Cardenal, con este Pontificado, ya vamos llegando a Pénjamo:






El viejo traje nuevo del Concilio


Pero lo más interesante de esta nota es la cándida confesión que hace El Gran y Buen Teólogo en este artículo: "En muchos puntos, [los Padres Conciliares] tuvieron que hallar fórmulas de compromiso, en las que, en muchas ocasiones, las posiciones de la mayoría [Nota de la Sacristía: los innovadores] se encuentran puestas inmediatamente al lado de las de la minoría [N. d. S.: los tradicionales], con el designio de delimitarlas. Así, los mismos textos conciliares poseen un inmenso potencial conflictivo, que abre la puerta a una recepción selectiva en ambas direcciones". 

La verdad es que esta revelación sólo sorprende a los ingenuos. Basta un análisis sin prejuicios para darse cuenta que los textos conciliares son una túnica remendada, en donde los elementos innovadores entran en sinfonía insostenible con los phantasmata y simulacra tradicionales que también se incluyen, todo en un lenguaje bicéfalo que hace del quodammodo un Ídolo Pagano. Y todo, adrede.  

Casi desde el mismo periodo conciliar, algunos Padres de Coetus Internationalis Patrum, pensadores como Romano Amerio, Michael Davies o Dietrich von Hildebrand, o simplemente gente con sentido común como Tito Cassini o Konrad Adenauer se dieron cuenta de la ambigüedad intencional de los textos del Concilio Vaticano II, que ahora Kasper confiesa. Ellos fueron los niños que en medio del desfile señalaron con el dedo la desnudez del Emperador. Pero como, a diferencia del mundo de Andersen,  en la realidad la ideología y la cobardía reinan, nadie se dio por aludido, ni aun cuando todo en la Iglesia empezaba a derrumbarse. 

Resulta extraordinariamente ilustrativo recordar en este punto, cierta conversación que tuvo el perito conciliar Edward Schillebeeckx con un colega: Ya en la segunda sesión, escribía el P. Schillebeeckx, él le había dicho a un peritus en la Comisión Teológica que lamentaba ver en el esquema [sobre la Iglesia] lo que parecía ser la opinión liberal moderada sobre la colegialidad; personalmente, él era partidario de la opinión liberal extremista. El peritus había replicado: "nos estamos expresando de forma diplomática, pero después del Concilio extraeremos las conclusiones explícitas del texto". (Edward Schillebeeckx, De Bazuin, 23 de enero de 1965, en WILTGEN, El Rin desemboca en el Tíber, p. 278 )

Claramente se puede ver que el Concilio Vaticano II fue el instrumento mediante el cual una cliqué de liberales de toda laya (desde democristianos hasta heterodoxos acristianos) trajeron la Revolución dentro de  la Iglesia. Su arma fue la ambigüedad de los textos conciliares. De ser el Concilio patentemente herético el problema hubiera sido menos grave. Esa ambigüedad y bicefalia, confesada ahora por Kasper, fue en verdad la jugada maestra en el proceso de autodemolición de la Iglesia. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Dime quién se alegra y te diré qué es lo que ha ocurrido...


....se vienen tiempos feos, Sancho... 
Yo quisiera, después de los milagros que va a hacer este Papa [Francisco] con nosotros, mandarle a Benedicto XVI   una carta dándole las gracias. Porque gracias a que ha dimitido, la Iglesia se va a reformar, gracias a su sacrificio va a ser una explosión.
Kiko Argüello:  Anuncio de la Pascua, 2013

(Aquí el escalofriante texto completo; visto en Infocaótica)
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martes, 2 de abril de 2013

El signo de la crisis




¿En qué consiste la crisis que aflige desde hace ya cincuenta años a la Iglesia? ¿Puede ser reducido su signo a una definición, de preferencia breve, que refleje su quidditas? Pensamos que sí.

La crisis de la Iglesia no es más que la infestación general en su seno de aquella crisis previa de la conciencia europea, nacida del subjetivismo religioso (Lutero), filosófico (Descartes y Kant) y político (Rousseau). Hasta antes del Concilio Vaticano II, lo que la plebe denominaría "sectores clave" del gobierno de la Iglesia estaban ocupados por los llamados ultramontanos; pero no había sido siempre tan así. Llámense regalistas, galicanos, febronianos, jansenistas, politicanti o simplemente "mundanistas", muchos clérigos y jerarcas malsonantes  habían sucedido en el gobierno de las iglesias en los países de la antigua Cristiandad  a las ilustres generaciones contrarreformistas del siglo anterior. Expulsada y disuelta la Compañía de Jesús (bastión ultramontano), sometida la Iglesia al absolutismo de los monarcas (sometimiento ciertamente matizado de acuerdo a las realidades de los distintos reinos , casi nunca cismático e incluso a veces bastante morigerado), la situación era difícil para fines del siglo XVIII (aunque nunca como ahora: aun el jansenista más perlipintado conservaba un sentido de sacralidad y de orden en las esencias; amén de que el pueblo llano todavía estaba empapado de sentido común y piedad). 

Nunca dejó de haber, obviamente, figuras que podríamos denominar en términos actuales como tradis; caracterizados por asumir el espíritu contrarrevolucionario del Concilio de Trento, defender y prestar cabal obediencia a la Sede Romana y -en muchos casos- profesar la doctrina del Sol de las Escuelas, Santo Tomás de Aquino, ese Hércules (Pater A. Calderón dixit) del antisubjetivismo. El centro de acción de estos personajes era Roma, donde formaban una especie de piña o núcleo en torno a los Romanos Pontífices, que los tenían entre sus teólogos y que incluso, en más de una ocasión, provinieron de sus filas. Más allá de los Estados Pontificios, la realidad variaba. Establecido el Patronato en las monarquías europeas (que iba desde el relativamente benigno de la Monarquía Católica española a los intentos de asfixia estatizante de la Iglesia galicana francesa o del josefismo austríaco), el nombramiento de obispos y el gobierno de la Iglesia estaba ciertamente distorsionado por la intervención del poder real.


...tres santos modernos

Así, en Francia, por ejemplo, san Luis María Grignion de Monfort, ultramontano y amigo de los jesuitas, veía restringida su actividad a las diócesis relativamente pobres del Occidente francés, antes bastiones hugonotes, por razón de que las del centro del país se hallaban ocupadas por prelados galicanos simpatizantes -en muchos casos por conveniencia- del jansenismo y  otras malsonancias. Éstos, en colaboración con los nefastos parlamentos, hicieron a cuadritos la vida del Santo y de los mulotins en tiempos posteriores. De haberse permitido una acción mayor de los mulotins y de los misioneros, probablemente la Revolución se habría visto enfrentada con una Vandea extensa e invencible. Décadas después,  san  Alfonso María de Ligorio, fundador de los redentoristas (congregación que, todavía en 1870 era contada entre las explícitamente denominadas jesuitizantes  -y por tanto prohibidas por las leyes de Falk durante la Kulturkampf bismarckiana) experimentaría similares problemas. Aun a inicios del siglo XIX, san Clemente María Hofbauer jugaba al gato y al ratón primero con el emperador José y luego con Napoleón, fundando y siendo expulsado sucesivamente de muchos reinos; mientras soportaba todo con  piedad sobrenatural y su celebrado sentido del humor moravo

Después de 1815 y en medio de la gran reacción militar, política, intelectual y religiosa europea contra la Revolución -amén de la  restauración de la Compañía de Jesús- pudo recomponerse el ultramontanismo.  Con la visión que caracteriza a los verdaderos profetas atisbaron los Pontífices decimonónicos las amenazas revolucionarias y hacia dónde llevarían a la humanidad de prevalecer. Son los tiempos de la Mirari Vos, de Gregorio XVI, del Syllabus de Pío IX, de la restauración del tomismo y la riquísima lucha antimasónica y antiliberal de León XIII, que culminaron con el segundo y tercer syllaba a decir de Romano Amerio: los magisterios antimodernistas de San Pío X y Pío XII. Esos eran los bastiones de la Iglesia, que  -parafraseando aquella frase de la Madre María de la Encarnación en Diálogo de Carmelitas (1959)- era como una fortaleza preparada para sufrir un furioso asalto por el Enemigo, construida para rendir culto a Dios y salvar las almas, defendiendo a los hombres de aquellos que trabajan por la instauración del Reino de Satanás sobre la tierra. 

Pero a don Hans Urs von Balthasar eso no le parecía. De ahí que escribiese un pequeño librito en los 50s titulado Derribad los bastiones. Cosa curiosa: en aquella década restos muy minoritarios del modernismo-que-no-osa-decir-su-nombre (disfrazados de "historiadores" de la Iglesia aunque no eran más que cultores de una neohistoria  revisionista ideológica, cuyo único baremo eran sus deseos y sentimentalismos particulares, de liturgistas seudotradicionales que más bien querían abolir la tradición misma y de falsos santones paleontológicos que no eran ni científicos ni teólogos)  ponían mohín de perseguidos, hablaban en ambiguo y esperaban desde sus cuevas caviares tiempos mejores. Pero nadie daba un real por ellos. Hasta que vino el Concilio y al igual que ocurrió con la Revolución Francesa, las cárceles se vaciaron y los presidiarios acabaron de presidentes. Y de peritos y  cardenales. El complejo de inferioridad de muchos clérigos y jerarcas con la modernidad y el american way of life y el pánico ante una guerra nuclear sirvieron como un reguero de pólvora para que, durante y después del Concilio, la nouvelle theologie acabase convertida en el pan nuestro de cada día. Luego llegarían el desbarajuste litúrgico, la desistencia al uso de la autoridad por parte de las autoridades y la transformación aparente de la Iglesia en una gran ruina-cáscara donde cualquiera podía medrar a su regalado gusto, con tal de que inmolase incienso al único dios persistente: El Gran Espantajo del "diálogo", la Ambigüedad  y el Antropocentrismo en cuatro constituciones, nueve decretos y tres declaraciones. 

Era una Iglesia Feliz: había sitio para todos. Hasta para el bien, también.

Fue así entonces que el subjetivismo consiguió expugnar los bastiones de la Iglesia desde dentro e infestar, a través de ella, a distintas naciones y personajes que, con mayor o menor fortuna, venían resistiendo la ola revolucionaria. La Iglesia, aun fuera del ámbito católico, había sido un katejon contra el relativismo, el marxismo y la anomia. Obliterados esos bastiones, la infestación subjetivista acabó haciendo un daño generalizado a la cultura universal (cfr: esto y esto )

Llegados hasta este punto algún alegre podría preguntar qué era lo malo del subjetivismo. Hagamos nuevamente un ejercicio de síntesis. Lutero realiza un acto paradójico: niega toda autoridad a la Iglesia y convierte al sujeto en la autoridad definitiva en materia de religión mediante el libre examen; a la vez, al confundir la concupiscencia con el pecado, concluye sosteniendo la total depravación del hombre, la inutilidad de su razón y de su libertad. Es decir, Lutero transforma al hombre en una pequeña iglesia podrida, corrupta y falible pero autónoma e inmanente, quizá la verdadera cortesana de Babilonia. Descartes y Kant subordinan la realidad, que no sería más que un caos de sensaciones potencialmente engañosas- a las estructuras racionales del sujeto. Así, la realidad pasa a un tercer plano o es simplemente abolida en aras del Único, del Que Es, es decir el Hombre. Rousseau niega la sociabilidad natural del hombre, verdad fundamental de la política, tanto para los griegos clásicos como para todas las sociedades tradicionales del mundo, convirtiendo a cada hombre en un autista moral y político cuya única vinculación con los demás  (aun con su familia) debe de estar esencialmente mediada y legitimada por el Estado, endiosado y todopoderoso en cuanto criatura del pacto social y de la abstracta voluntad general.





Por eso extraña sobremanera oír a un Romano Pontífice proclamar ante luteranos en Alemania que venía ante ellos como "peregrino en pos de la herencia espiritual de Lutero" (Juan Pablo II, Discurso a los pastores luteranos alemanes en Maguncia, 11 de noviembre de 1980). Toda herencia supone una transmisión de bienes, en este caso espirituales; con respecto a Lutero, ¿cuáles podrían ser los bienes dignos de ser transmitidos si las premisas fundamentales de su sistema están gravemente erradas? ¿Será su vida espiritual, entonces, signada fundamentalmente por la violación de sus votos religosos, su desobediencia y su herejía? Aun suponiendo que hubiese algo bueno, habría que tener en cuenta que  los vestigios de verdad en un sistema esencialmente errado son esclavos del error y lo hacen aun más insidioso;  y realmente no le son propios, sino pertenecen a la razón natural o a la fe de la Iglesia. Así, cualesquiera bienes espirituales que pudo tener de bueno en algún momento fray Martín se encontraban y encuentran en su total plenitud, libertad y coherencia en la Iglesia Católica. Por eso no tendría ningún sentido que un católico (¡ni qué decir del Papa!) vaya a buscar nada en Lutero, porque lo que encontrara o ya lo posee o es un error.

También extraña que un Cardenal, prefecto del antiguo Santo Oficio y encargado de velar por la doctrina de la fe, además de sostener en un documento oficial que "el movimiento moderno de liberación" (léase Ilustración y Revoluciones del XVII y XVIII, es decir las aplicaciones prácticas del racionalismo cartesio-kantiano y del "liberalismo" de Rousseau) alcanzó "innegables resultados positivos" , sostenga en una entrevista que en los años sesenta era preciso "absorber los mejores valores fruto de dos siglos de cultura liberal (...) Son valores que si bien han nacido fuera de la Iglesia pueden encontrar su lugar -purificados y corregidos- en su visión del mundo. Eso es lo que se ha hecho". (Ratzinger-Messori: Informe sobre la Fe) . ¿Dónde nacieron esos valores, entonces? ¿Y a qué valores se refiere? Si es al respeto al derecho de las gentes y a las teorías sobre la relativa soberanía del pueblo y la resistencia a la autoridad ilegítima, pues nacieron de la reflexión filosófica de Santo Tomás de Aquino y de los Teólogos Salmantinos. Hasta donde sabemos eran gente de Iglesia. Si se refiere al rechazo de coacción alguna para creer en el Evangelio, pues ahí la cosa es más antigua, se remonta a los Padres de la Iglesia, a la misma Escritura y al sentido común. En todo caso, si esos "valores" nacieron fuera de la Iglesia, provienen de verdades de razón natural. Ninguna verdad de razón natural en el orden político y social -descubiertas y desarrolladas en sus rasgos fundamentales por el pensamiento clásico- ha sido combatida o negada por la Iglesia; antes bien Ella las ha impartido desde sus cátedras y púlpitos.  Podría tratarse entonces de verdades que fueron ajenas al pensamiento clásico y que recién aparecieron fuera de la Iglesia durante los siglos de mayor combate y persecución contra ella. ¿Por qué tardaron tanto en aparecer? ¿Quizá debido a que la Iglesia estorbaba su aparición y solo ante una Cristiandad destruida  pudieron emerger? ¿No será que esos "valores" aparecieron no sólo fuera sino contra la Iglesia? ¿No será que en realidad no son valores?

En su autobiografía publicada en 2001 -y con un terrorífico prólogo de Monseñor Angelo Scola, donde narra que lo conoció en los 70s en una cena organizada por ¡¡¡Urs von Balthasar!!!-, el entonces Cardenal Ratzinger nos habla de su  rechazo desde los años juveniles del seminario "al pensamiento de Tomás de Aquino, cuya lógica cristalina me parecía demasiado cerrada en sí misma, demasiado impersonal y preconfeccionada (...), un rígido tomismo neoescolástico, que para mí estaba sencillamente demasiado lejos de mis interrogantes personales" (pp. 68-69)

La subordinación de la verdad a las interrogantes personales, he ahí la siempre vieja y siempre nueva tragedia del subjetivismo alemán.

El resultado de todo este proceso de crisis es la consumación de lo que el gran Marcel de Corte denominaba la abolición de la inteligencia. Aun entre los católicos que buscan ser fieles y vivir su fe este peligroso fenómeno se presenta. La incapacidad de distinguir entre lo sustancial y lo accidental, la excesiva personalización y carnalización de todas las realidades (elevada a la enésima potencia en nuestra época hipermediática) nacida de la imposibilidad de abstraer, la desconfianza ante la Tradición o incluso la incapacidad de entender su mismo concepto llevan a las personas a perderse en la única certeza interior: el Mundo de los Sentimientos y, en especial, lo que Schleiermaier denominaba sentimiento de dependencia radical, que en el caso de ciertos católicos, se expresa en una Idea de la Autoridad, idolatrada hasta el extremo.

Usualmente, esa Idea de la Autoridad parasita en la mente de muchos a la figura del Papa; de ahí que tengamos el caso de algunos que sostienen que los recientes y variados abusos litúrgicos del Santo Padre Francisco no sean nada más que manifestaciones de una forma de ser o un estilo distinto al de su Antecesor, que era más litúrgico. La violación de las leyes litúrgicas acaba convertida en simplemente un estilo, una opción y cualquier error y horror patente simplemente es un gusto que no es el nuestro. 

Eso sí, al que piensa lo contrario ni el beneficio de la duda o del análisis racional de sus argumentos,  más bien todos los perros y gritos posibles que usualmente  nacen del sentimentalismo herido.